ZONA ARQUEOLÓGICA

El sueño de piedra acechado por la selva

Al llegar, tenemos la sensación de que algo muy poderoso habita aquí. Pero no se trata de los Señores del Tiempo o el Dios de los Huesos en el inframundo (aunque también). Era la selva. La temible selva que devora a sus hijos para dar vida, en un ciclo infinito.

Toniná significa «La casa de piedra» o «Lugar donde se levantan esculturas en piedra en honor del tiempo». La selva, sin embargo, tiene su propia concepción del tiempo. 

A lo largo de casi 2 mil años (Toniná fue fundada entre los siglos III y V de nuestra era), la selva ha intentado devorar a la ciudad. Lo ha logrado en ocasiones, pues a lo largo de su historia, Toniná fue abandonada y rehabilitada muchas veces, a causa de las continuas guerras. Pero la ciudad siempre resurgía, fiel a su tradición como potencia militar maya.

Así fue hasta el siglo XV, cuando la tierra y la selva reclamaron otra vez las ruinas de la ciudad. Y Toniná volvió a dormir casi 500 años. En pleno siglo XX, las ruinas de la Casa de Piedra volvieron a ver la luz.

Al parecer, a la eternidad le cuesta decidir a quién conceder la victoria. A la selva o a la piedra. 

Señores del Tiempo

Subimos por un entramado de pirámides cuya cima alcanza los 75 metros (mayor aun que la Pirámide del Sol en Teotihuacán). Por algo es la más alta de Mesoamérica. Todo impone en Toniná. Sus monstruos de la tierra y del inframundo, las escaleras que sirven de adorno a los templos durante el ascenso, su laberinto.

Al llegar a la parte más alta, el ancho cielo corona la vista esplendorosa. Y en la tierra, el verde lo domina todo. ìVerde que te quiero verde!, diría García Lorca. Pero a mí, francamente, la poesía y las alturas me dan vértigo. Por fortuna, nuestro camarógrafo es más intrépido y veo (con pavor) como se arriesga a hacer tomas en picada.

De regreso, me detengo a contemplar la figura solitaria, a media escalinata, del gobernante Murciélago-Jaguar (Tzotz Choj), que vigila quien sabe que. Su mirada persistir· en mi memoria varias horas después.

Por lo pronto, casi es un alivio llegar a refrescarse en un estanquillo a la salida, antes de recorrer el museo del sitio, famoso porque alberga una de las mayores colecciones de piezas auténticas. Pero nada ahÌ me tranquiliza. A la mirada del Murciélago-Jaguar, se suman las de otros tantos señores que se muestran al visitante con la cabeza entre las manos (decapitados).

Al irnos, sigo con la sensación de que algo terrible y poderoso nos observa. Tal vez el Murciélago-Jaguar. Quiz· los Señores del Tiempo. O con más probabilidad, la selva, siempre implacable, a la espera de una nueva oportunidad de devorarlo todo.

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